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Dióxido de carbono: ¿maldición o bendición?

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Respuesta rápida: ninguna. El dióxido de carbono (CO2) no es en sí mismo algo malo. De hecho, sin este no existiría vida en el planeta. Pero al igual que sucede con todo, en exceso es malo y puede provocar inconvenientes a nivel global.

El CO2 es un componente natural del aire. Es parte de la atmósfera y funciona como un manto que impide que el calor generado y recibido por la superficie no escape y, por ende, que la Tierra no se enfríe.

Es parte de la biosfera: los animales necesitan oxígeno para respirar que es generado por las plantas, y estas, a su vez, emplean dióxido de carbono para llevar a cabo la fotosíntesis; luego desprenden oxígeno. Si la relación se mantiene en equilibrio, no hay problema.

La naturaleza se ha autoregulado eficientemente a lo largo de eones. Sin embargo, durante los últimos siglos el hombre emergió como un factor perturbador.

Como indica Friedrich Wilhelm Gerstengarbe, del Instituto de Investigación de los Efectos del Cambio Climático de Potsdam (PIK), desde el inicio de la Industrialización, la concentración de dióxido de carbono en la atomósfera se ha incrementado considerablemente. Las temperaturas alrededor del mundo han aumentado.

Y no se trata solamente de la combustión de fósiles como carbón, gas y petróleo, sino también la destrucción de áreas naturales. Las mismas son zonas que durante el desarrollo del planeta han almacenado CO2, por lo que su destrucción implica la liberación de toneladas de este gas a la atmósfera.

Guénola Kahlert comenta que "el hombre crea la necesidad y toma el terreno que precisa para cubrirla. Se trata de decisiones políticas deliberadas a cargo del clima".

La tala de áreas forestales elimina especies enteras de animales, lo que interrumpe la cadena alimenticia que, a la larga, afecta al consumo humano. Asimismo, el incremento de las temperaturas deshiela los polos, provocando aumento en el nivel del mar y anomalías climáticas.

El proceso del dióxido de carbono siempre fue natural, por lo que para intentar hacer que vuelva a sus niveles normales se debe eliminar todo aquello artificial que lo emita, o crear zonas de absorción que lo nivelen. El cambio comienza por uno, plantando un árbol y respetando ambientes naturales.